Y la clara luz de su rostro antes
Que a los carros lidios o a mil guerreros
Llenos de armas...
La luna luminosa huyó con las Pléyades.
La noche silenciosa ya llega a la mitad
La hora ya pasó y en vela sola en mi lecho, suelto la rienda al llanto sin esperar piedad.
El amor, ese ser invencible, dulce y amargo que desata los miembros, de nuevo acude a mí. El ha agitado mis entrañas como el huracán sacude monte abajo las encinas.
Luchar contra el amor es vano, pues como un niño hacia su madre, vuelo a él.
Mi alma está dividida: algo la detiene aquí, pero algo la hala para en amor vivir...
Vete tranquila.
No te olvides de mí porque sabes, debes saber, que yo estaré siempre a tu lado.
Y si no quieres saberlo, te recordaré lo que tú olvidas: muchas horas felices pasamos juntas; han sido muchas las coronas de violetas, de rosas, de flor de azafrán y ramos de eneldo que junto a mí te ceñiste.
Han sido muchas las veces que bálsamo de mirra y regio ungüento, derramaste sobre mi cabeza. Yo no podré olvidarlo y tú, tampoco.
http://www.revistadeartes.com.ar/revistadeartes12/mujereenlamusica.html
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